Correr por montaña nos permite acercarnos a sorprendentes paisajes y espacios naturales de gran valor, y a hacerlo con un mínimo impacto sobre el medio que atravesamos.
En muchas ocasiones, estos parajes no están muy lejos de nuestros domicilios y acercarnos corriendo tampoco es algo sólo al alcance de deportistas de élite. Un mínimo de preparación, equipo adecuado, buena información y la compañía de algún amigo pueden ser suficientes para disfrutar de espacios naturales de enorme atractivo.
Por todo esto, y hasta que la temporada de carreras por montaña se inicie con fuerza y el calendario nos ofrezca oportunidades para completar las entradas de este espacio Web con avisos para próximas citas y reseñas de eventos en los que hayamos participado, nos parece buena idea ir apuntando aquí algunos de los pequeños tesoros que vamos descubriendo mientras correteamos por el monte con nuestros amigos.
Si tenemos esa suerte, cada semana iremos colgando una foto de rincones con encanto a los que nos hemos acercado corriendo. Es nuestra humilde invitación al lector para empaparse de un territorio precioso, a disfrutarlo y a quererlo.
Y uno de los primeros rincones con encanto visitados este año ha sido la apartada ermita de Sant Miquel d'Espinalbá. Perdido rincón cerca del punto geográfico en el que confluyen los límites territoriales de las provincias de Teruel, Tarragona y Castellón, y en el que quedan las ruinas de lo que fue un popular santuario desde tiempos medievales. Sin duda alguna, constituye un estupendo mirador de Els Ports.
Estuvimos ayer por allí, con temperatura prácticamente primaveral, y pudimos disfrutar de un paisaje con enorme atractivo visual (con los Pirineos en el horizonte).
En esta ocasión seguimos un itinerario circular desde el la cabecera del embalse de Pena (Beceite), por pista forestal primero y senda después, atravesando bosque de pinar montaraz y barrancos, y encontrando la profunda huella rural de masías abandonadas hace ya unas décadas. Algo más de 22 km y 700 mts. de desnivel positivo.